El entremés de la Buena Gloria (1738) [Habla santanderina]

01/10/2009 at 9:00 2 comentarios

En la introducción de esta obra teatral de Pedro García Diego (oficial mayor y aduanero de Santander), se explica que «La Buena Gloria» era una costumbre antigua de los marineros cántabros después de enterrar a un compañero, consistente en acudir a la casa de la recién viuda, donde se hacía una colecta para comprar algo de comer y sobre todo de beber, «a la buena gloria del difunto». Esta costumbre, según explica en la introducción de la obra Salvador García Castañeda (de la Ohio State University), fue desterrada a finales del siglo XIX «por el progreso y perseguida por los anatemas de los moralistas».

Sin embargo el rito perduraba en 1864 cuando Pereda publicó las Escenas montañesas, en las que se remitió a esta obra, que debió de ser muy popular en su tiempo y se pondría en escena en época de fiestas como lo indican las representaciones en los Carnavales o el día de los Mártires, tan importante para los marineros. También parece que circuló mucho en forma manuscrita.

Desde el punto de vista estructural, a la acción propia del sainete antecede un cumplido diálogo entre el forastero Prudencio y su amigo santanderino Justo. Sirve de introducción o de marco y en él, aparte de las alabanzas a la ciudad propias de las loas, se explica lo que son las reuniones de la Buena Gloria y Justo lleva a su amigo a presenciar una. A partir de entonces hablarán los hombres entre ellos y después las mujeres y así alternativamente. La obra concluye a palos, final muy propio de este rito y del propio entremés. Los personajes Justo y Prudencio moralizan y lo hacen de manera pedantesca. Sin embargo la obra debió de gustar, y mucho, a un público local de todas las clases sociales al que posiblemente interesaba menos la intención reformadora del sainete que el contemplar la imagen viva y exacta de sus convecinos. En esto radican el interés -y la calidad- de una obruca que supo reflejar con gran acierto el modo de ser y de expresarse de los marineros. Al indicar cómo se había de representar la obra, el autor escribía: «Se procurará imitar en cuanto se pueda el tono de habla, acciones y gestos que se ven comúnmente en esta clase de mujeres…«. Como señala Salvador García Castañeda, estas líneas indican que para entonces el personaje de la pescadora era ya un tipo costumbrista, y que, para su autor, la gracia del entremés era principalmente verbal. García Diego carecía de conocimientos lingüísticos y recogió lo mejor que supo las particularidades propias del habla de los santanderinos. Gracias a esta obra, podemos rastrear mejor las características patrimoniales del habla santanderina que como se puede observar, pese a su mayor castellanización, coinciden con la del resto de Cantabria y se emparentan con las del conjunto del leonés.

Os dejamos con algunos fragmentos teatrales originales y os animamos a consultar la obra completa, porque además del interés lingüístico guarda valiosa información también histórica, etnográfica, económica, sociológica, etc.:

ENTREMÉS DE LA BUENA GLORIA Personas: Francisco: Artesano de Santander Justo: Vecino de Santander Prudencio: Amigo suyo forastero Simón: Marinero Antón: Marinero Emeterio: Marinero Antonia: Vecina de Santander Ana viuda: Vecina de Santander Manuela: Parienta de Ana Lucía: Parienta de Ana Tomasa: Parienta de Ana Dos niños Dos alcaldes de Barrio * * * (Salen Prudencio y Justo) Pru.: Amigo, Santander es reducido, pero es un pueblo alegre y muy pulido. Just.: Conque, vamos ¿te gusta aqueste puerto? Pru.: Yo creí que venía a algún desierto sin trato racional y sin cultivo mas, a fe, que mi engaño era excesivo porque he visto las cosas tan en punto como en las demás partes. […] Simón: Ya, tiu, no hay sino tener pacencia. Juan: Dios le prestí al dejunto su prasencia. Antón: Compadre, Dios lo ha hechu, es escusau. Emet: En paz esté su espíritu sosegau. (Sigue ahora el coro de las mujeres) Man.: ¿Han venío todas ya? Lucía: Cuéntalas, mojuer […] Man.: No saben de obligacionis: para un empeño como éstos, aunque empeñara la falda. Hija, escusao es, perdiendo se va ya la caridá. Lucía: Hija, dicís bien, me alcuerdu que en habiendo buena gloria aunque fuese un probe el muerto no faltaba antes un alma. Toma.: ¿Y ahora a cuánto escutaremos? Lucía: A dos y medio de plata. Man.: ¡Eh! ¡Golosa! Para espenzar no tenemos. A seis ríales… ¿Qué lo quieres? ¿Que te lo lleven los nietos? Anda con Judas, que te lleve a tí y tou tu dinero. ¿No tienes quien te lo gane? ¡Si fuera yo! ¡Probe! Lucía: Cierto que puedes quejarte. Vaya, a seis ríales escotemos. Man.: Bien, hijas, ahí va mi escoti. (Tienden una mantilla en el suelo y allí echa cada una su pitanza). Lucía: Ahí está el míu. Toma.: Ya tengo echau. Echa tú, Tona. Man.: ¿Está bien? Toma.: Ya está cumpleto Lucía: Tomasa, ve por el vino ¿Sabes tú dónde lo hay güeno? […] Toma.: Mi comadre la María (según ayer me dijeron) vendi un vino tan hermoso que puedi arder en un jueu. Man.: Pues, hija, antis que sacabi veti, por Jesús, corriendu. Toma.: ¿Cuánto trairé? Man.: ¿Cuántos semos? Lucía: Siete no más. Toma.: ¿Será güeno? Que traiga catorce azumbres. A dos por cabeza. Man.: ¡Enfierno! ¿Siempre has de ser estrujera? No sabes codiar tu cuerpo. Y algunos niños, si vienen, ¿no han de probar algo de ello? Que traiga veinti y dos justas, en ocho más no paremos, hijas, más vale que sobri que no que falti. Lucía: Anda luegu; y también trai diez gallofas . Toma.: ¿Y hemos de comer pan seco? Man.: Pues trai también diez arenques y libra y media de queso. Mira si hay algunas nuecis porque percebias no es tiempo. Ve, que estamos aquí secas. (Vase Tomasa) Man.: ¿A quien enviasti por ellu? Lucía: La Tomasa. Man.: ¡Buena alhaja! Lus diablos te lleven luegu, a buena parte a dar fuisti. Ya sacará bien primero antes que güelva el escoti. […] (Sigue el coro de los hombres) Emet: Juan, a seis riales es poco; semos cuatro y cuando menos beberemos doce azumbris. Antón: Simón, dice bien Miterio. Simón: ¿Y no ha de haber también algo para atizar el rodezno? Emet: Algo de acompaño, sí. Juan: Pues ¿qué trairá? Emet: Traiga queso. Antón: Mejores son cuatro arenquis pues sin otro surtimiento somos los cuatro abonados para soplar un pillejo. Juan: Pues bien, vengan los jarenquis. Emet: Démosle antes el escote; a ocho ríales será güenu. Antón: Pues bien, échalo en el suelu, que ésta es una cirimonia que nuestros tataragüelos mus dejaron prevenío se oservase con respeto en toas las güeñas glorias. (Tienden una capa y echan sus escotes en ella). […] Antón: Pero güelve lueu porque queda sin vitualla este probé regimiento. […] Man.: Trae, echa acá ese botiju (Le destapa) ¡Jesús! Este no está lleno. Toma.: Algo se balducaría, como vini tan corriendu. Man.: Mejor te lu habrás echao en el camino al coletu. […] Man.: Hija, no eches en la jarra de medio cuartillu, quiero que me eches en la de azumbre. Antonia: A mí también. Lucía: Yo lo mesmo. […]   Puedes consultar la introducción y la obra de teatro completa en http://rua.ua.es/dspace/bitstream/10045/7488/1/ALE_06_12.pdf

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2 comentarios Add your own

  • 1. chisgarabís  |  18/10/2009 a las 21:02

    ¿ónde quedó l´aler, hom? Ánimu!

    Responder
    • 2. largayu  |  25/10/2009 a las 15:19

      Nu es custión d’aler, sino de problemas cona mecánica. Autualizaremos en cuantas seamos pa ello y muchas gracias polos ánimos 😉

      Responder

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