Diglosia y clasismo lingüístico en Cantabria

07/01/2010 at 1:01 5 comentarios

Diglosia y clasismu lingüísticu en Cantabria

La diglosia es la convivencia de dos lenguas con un rango distinto, en una misma zona geográfica o población.  Charles A. Ferguson, acuñador del término, desarrolló una serie de características que se producen en esta situación, muchas de las cuales se dan en Cantabria:

Una de las variantes que conviven (en nuestro caso, el castellano) tiene un mayor status legal, se aprende formalmente en contextos académicos, está estandarizada, posee herencia literaria y goza de prestigio social, por lo que se emplea en ámbitos formales… mientras que la otra variante (en nuestro caso, el cántabru) sufre un menor status legal, se adquiere como lengua materna, carece de estándar y de prestigio social, por lo que sus hablantes reducen su uso al ámbito doméstico y contextos privados informales.

El esquema de Ferguson se cumple a grandes rasgos también en lo literario, aunque hay que reseñar que algunos autores (José María Pereda, Manuel Llano, Amós de Escalante, Jesús Cancio, Cossío, Alcalde del Río…) utilizaron el cántabru completa o parcialmente de sus obras, aunque en algunos casos lo hicieron de forma costumbrista o folclórica.

La diglosia no se produce de forma espontánea, sino que responde a una ideología de la clase dominante, para la cuál hay una forma de hablar buena, correcta, moderna, culta, integradora, abierta, propia de gente con posibilidades… y otra mala, incorrecta, antigua, paleta, separatista, cerrada, propia de gente humilde…

Valgan tres ejemplos de diferentes épocas para plasmar esta ideología clasista:

En el siglo XVI el vallisoletano Dámaso de Frías, autor de unos Diálogos de las Lenguas y de la Discreción, en la nota 13 escribe: Diálogo de diferentes Materias. Colección de escritores castellanos, nº 161. Después pasa a describir las lenguas peninsulares: Aca también en las «Asturias» y «Montañas» [término con que se refiere a Cantabria] ya vos veis las diferencias de «sonidos» o más verdaderamente «gruñidos» que hay tan diversos unos de otros, y todos de los castellanos, hablando toda esta gente con un «gritillo» y «unos acentos finales que a nosotros tanto nos enfadan» y a ellos tan bien les suenan (págs. 269-270). Luego escribe: «Por el norte se hace distinción entre «Asturias» y «Montañas» […] Pero la de «Asturias» y la «Montaña» es la peor librada, tiene unos «sonidos» que son verdaderamente «gruñidos» con un «gritillo» y unos acentos finales que les «enfadan mucho». Es lógico que la lengua de las gentes más pobres y deprimidas sea la que refleje los rasgos de su miseria, condición, viven como animales y por eso «gruñen», «gritan» o «chillan» y «enfadan».

En 1875, José María de Pereda redacta el Informe sobre el dialecto montañés enviado a la Real Academia de la Lengua Española, dando toda una lección, pero no literaria como nos acostumbraba, sino de auto-odio, diglosia, clasismo y hasta machismo:

De todas las [provincias] de España que no tienen dialecto propio, y aun exceptuando entre las que le tienen, únicamente aquellas en las cuales se habla vascuence, la de Santander es, a no dudar, la que más desnaturaliza y afea el castellano en su lenguaje común. […] este pueblo no habla, sino que canta […] tal parece ser el desasosiego que el montañés de esta comarca siente al pronunciar la j, y tal la necesidad de esta letra, que no solamente prefiere las palabras que la tengan y hasta la pone en las que no la necesitan […] el uso de frases menos incorrectas. Algunas hay de sabor tan anticuado que parecen tomadas de los viejos romances ¡Madre, la mi madre! […] palabras tan duras y desagradables como “mozón”, por novio o cortejante, “terreñu”, por toda porción de tierra no cubierta de nieve […] la costumbre de posponer al verbo el artículo indicativo, y la de anteponer el pronombre […] la capital, donde se canta la frase, sobre todo por las mujeres del pueblo bajo, en escala ascendente, con una rápida cadencia final, del peor efecto. […] Desgraciadamente no es la música lo que más desagrada en este lenguaje de pescadoras y cargueras, es la extraña facilidad con que éstas pasan de la conversación a la riña y de la riña al escándalo, y se transforman de mujeres en furias. Y es que, en mi concepto, hay mucho chocarrero y provocativo en sus inflexiones de voz y en sus ademanes. Sin haber llegado a enfadarse ya se golpean las caderas y esgrimen los puños, y juran y votan como carreteros. Los hombres son menos vehementes y no exageran tanto los acentos. […] se observa, hasta las mujeres, y no tanto hasta los hombres, de la clase que sigue inmediatamente a la popular, y que no es todavía la clase media, aquí donde no hay aristocracia; pero este contagio no es repugnante en sus efectos, modificados por la educación. Por lo demás, el castellano que se habla en esta ciudad [Santander] por los hombres de alguna ilustración, es, en cuanto cabe, puro de todo acento y vicio provincial […] al contrario de lo que se observa en la [parte] occidental [de Cantabria], y especialmente en la oriental. En ésta no se libran del contagio del sonsonete trasmerano ni los que pasan la vida viajando después de haber frecuentado colegios y universidades, si por ventura aprendieron a hablar en su país natal. […] es de advertir que los habitantes de dichos valles, tienen, como los pasiegos, fama de ser muy suyos, es decir, muy apegados a lo de su lugar, con sus puntas de recelosos, por lo cual gustan de hablar de sus asuntos sin que ningún extraño los comprenda. […] Como vicios generales del dialecto montañés […] la omisión del “Usted” en algunos tiempos del verbo, como “óigame”, “me entendió”, o “¿entendióme?” […] el afán inmoderado, la manía de las interlocuciones, salvedades y apoyaturas; y, por último, la tendencia a violentar y aun a crear palabras con el fin de expresar de un modo más pintoresco el asunto de que se trate. […] no hay aquí palabras “hechas”, peculiares del país, sino un modo especial de hacerlas en el momento en que se necesitan, modo que consiste en estirar o retorceer el castellano, procurando únicamente dar más color y vehemencia a las palabras. […] no son más que la palabra demonio que aquí no basta para desahogo de una persona que empieza a atufarse […] vocalización verdaderamente insoportable en la mayor parte de la provincia, son los detalles que constituyen el carácter típico de este lenguaje popular.

Pero es que ya entrado el siglo XXI, el mismísimo Presidente del Gobierno de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, en declaraciones a la radio del Diario Montañés, tachaba el cántabru de “castellano mal hablado” y lo desarrollaba en los siguientes términos: Aquí en las zonas rurales se habla con la ‘u’ y con la ‘jota’, y en vez de decir ‘hacha’, se dice ‘jachu’. Es una expresión de la mala utilización del castellano. E intentan meter el cántabro como algo oficial nada menos que en una reforma del estatuto. ‘Hay gente pa to’, como diría el torero

Como ya hemos explicado en esta escuela popular, el cántabru no es ningún tipo de deformación ni variante del castellano, sino como éste, una variante del latín, más arcaica que el castellano. Efectivamente, aquí decimos jachu, jigu, jisu o jornu, pero no decimos “jombre” ni “jeráldica”, también decimos jatu, cuetu o escapáu, pero no decimos “jezu” ni “organizu”. Y es que estamos ante un rasgo etimológico y no una deformación sistemática, como erróneamente lo descalificaba Revilla.

Pero a costa de corregir en la escuela, repetir este discurso en los medios de comunicación, etc., la ideología clasista va calando también en las capas populares de la población, de forma especial si éstas no tienen conciencia de hablar una lengua diferenciada, sintiendo vergüenza de utilizar su habla patrimonial y dando lugar a un curioso y triste fenómeno lingüístico muy extendido en Cantabria: la hipercorrección.

La hipercorreción consiste en que un término se exprese de distinta forma a la natural con el objetivo de corregir lo que se cree una expresión incorrecta. Así, el hablante cántabro que se quiere corregir, es consciente de que donde un castellanohablante pronuncia “e” él dice una “i”, donde va una “o” él pronuncia “u”, o que él dice “llubina” para lo que los castellanohablantes escriben “lubina”. Por ello, es común recoger en Cantabria formas como  “cObrir” (en lugar del cántabru “cubrir”) o “ErEzo” (en lugar del cántabru “irizu”).

Esta situación de diglosia y clasismo provoca que ambas lenguas se confundan (surgiendo variantes dialectales de la lengua con mayor status con influencias de la de menor status) y que la lengua de mayor status (en nuestro caso el castellano) vaya sustituyendo paulatinamente, en la misma persona o a través de las generaciones, a la lengua de menor status.

Por lo tanto, la dignificación del cántabru, a través de su reconocimiento legal, así como de su uso normalizado y culto, resulta un proceso ineludible en la tarea de salvar de la desaparición nuestro patrimonio lingüístico autóctono. En este sentido no partimos de cero, pues no son pocos los cantabrohablantes patrimoniales que, pese a la pertinaz persuasión para que dejaran de hacerlo, han continuado hablando la lengua de sus abuelos con orgullo hasta hoy.

Cuando yo me haya ido

Fotograma del documental «Cuando yo me haya ido» (Burbuja Films, 2005), en el que el niño de San Pedru tenía que ser doblado a través de subtítulos.

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  • 1. Jorricotaberna  |  07/01/2010 a las 14:59

    Me alcuerdu que n’esi documental tolos críos dicían Bustalejín y l’unicu que dicía bustaleguín (nombrí «civilizau» del pueblu) era el maestru. Asina se desplica la situación ena que anda el cántabru.

    Un saludu.

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  • 2. Diglosia y clasismo lingüístico en Cantabria  |  24/01/2010 a las 1:28

    […] Diglosia y clasismo lingüístico en Cantabria depriendi.wordpress.com/2010/01/07/diglosia-y-clasismo-lingu…  por trenti hace 2 segundos […]

    Responder
  • 3. Cadíu  |  19/05/2010 a las 14:26

    Transcrito por Arquetu:

    «Normalmente en nuestro valle existía ciertas deformaciones en el idioma hablado, que no vamos a tener en cuenta como verdaderas palabras. La terminación en «u» significaba vulgarismo, los ricos nunca lo hablaban. Por ejemplo: «cumo» en vez de como, «gramaderu» en vez de gramadero.»

    [Palabras olvidadas de mi valle. página 71. 2009. Autores : Mari Mar González y José Luis Alonso. Edita: Consejería de Cultura, Turismo y Deporte del Gob. de Cantabria]

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  • 4. carmen  |  30/07/2012 a las 14:55

    perdonen ustedes, los pasiegos decímos algunas palabras terminadas en «U», pero no san pedru, ni cosas así, nuestross antepasados/as, hablaban terminando alguna NO todas las palabras en «U», pero no hablamos así, pero claro que se puede esperar, …..
    un saludo

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  • […] Sabíamos que la revista La Montaña editada en La Habana a comienzos del S. XX por la colonia de emigrantres cántabros, había hecho algunas publicaciones en montañés. Ahora, a través de David Humara Obregón, nos costa que provocó quejas cargadas de diglosia: […]

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